En noviembre de 1804, Napoleón I descubrió por primera vez el castillo de Rambouillet, inscrito en la lista civil de residencias de la Corona desde Luis XVI.
Su situación geográfica, a tan solo unos cincuenta kilómetros de París, su amplio bosque rico en caza y sus bonitos jardines despertaron el interés del emperador. Se trataba de un lugar en el que se podía vivir en «privado», lejos del riguroso protocolo que se imponía a la vida de los soberanos en las residencias oficiales. A Napoleón le gustaba: según los historiadores pasó alrededor de sesenta días de su reinado en el castillo, a veces eran solo unas horas y otras unos cuantos días. Una cifra bastante considerable para este emperador tan aficionado a los campos de batalla...
Una gran cantidad de obras de restauración
Después de permanecer algunos años abandonado tras de la Revolución francesa, el castillo le dio al emperador una bienvenida más bien triste, como se muestra en la siguiente imagen. Por ello, se iniciaron rápidamente trabajos de restauración, transformando muchos aspectos de la imagen de esta antigua residencia medieval.
• Se derrumbó una de las alas del cuerpo central principal del edificio, lo que todavía hoy en día le da un aspecto bastante singular al castillo.
• La entrada principal se remodeló por completo: la nueva escalera de honor llevaba, por un lado, a los apartamentos de la emperatriz y, por el otro, a los del emperador.
• Las habitaciones se redecoraron a la moda de la época, especialmente el apartamento sobre el patio (el pequeño apartamento de María Antonieta) que se decoró profusamente al estilo neoclásico.
El cuarto de baño del emperador: una obra maestra neoclásica
Se habilitó un cuarto de baño en el pequeño apartamento del emperador. Hoy en día sigue presentando una magnífica decoración con pinturas neoclásicas realizada por el artista Godard.
La habitación, de pequeño tamaño, dispone de una alcoba en la que se encuentra la bañera original del emperador. Siguiendo la moda de la época, la decoración se inspiró en el repertorio clásico: glorias, lira de Apolo, frisos con triglifos y metopas, cornucopias y animales mitológicos por doquier.
También se ven representados numerosos símbolos del régimen (la letra «N», el águila con la corona de laurel, la abeja, etc.) y se evocan algunos actos imperiales (la Constitución, la Cruz de la Legión de Honor, etc.).
Los medallones pintados por el artista Jean Vasserot completan el conjunto. En un principio representaban retratos de los miembros de la familia imperial. Pero al emperador no le pareció apropiado, por lo que pidió al artista que los modificase. En su lugar se pintaron paisajes de lugares, castillos o monumentos relacionados con esos personajes, para poder identificarlos sin necesidad de un retrato.
Muy unido a esta antigua residencia real, Napoleón I procedió a su restauración y embellecimiento, y no dudó en transformar de forma irreversible el aspecto de esta antigua residencia real. El emperador pasó la última noche en este lugar el 29 de junio de 1815, antes de su exilio.
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Si desea más información, consulte:
Georges Poisson, «Napoléon à Rambouillet», Revue du Souvenir Napoléonien, N. °453, 2004, pp. 9-12
Renaud Serrette, «Le décor peint de la salle de bains de Napoléon Ier à Rambouillet», Les cahiers d’histoire de l’art, n.° 14, 2016, pp. 78-85